Un largo camino
para convertir el golpe
metálico en un gesto
de ingeniería

El sector industrial más globalizado, complejo, influyente, exigente, fríamente calculador, politizado y transversal del planeta es la fabricación de vehículos de transporte. Casi hasta hoy, las ruedas han sido de madera y empujadas por bestias. En poco más de cien años hemos pasado de los primeros talleres de montaje artesanal a las megafactorías robotizadas, del hierro al acero y al aluminio. Hemos pasado de dar vueltas a una manivela a preguntarle al coche dónde sirven un buen café. El progreso no es una línea recta hacia arriba; es una sucesión de abruptos escalones. Por eso es de un mérito enorme mantenerse durante 70 años en la cresta de la ola de la automoción, máxime cuando la geografía nos ha colocado en este rincón tan extremo del territorio euroasiático.

Las empresas como Rubí Automotive somos el principio de toda idea de ingeniería. Pieza a pieza, golpe a golpe -como el poema de Antonio Machado- construimos los elementos con los que los ingenieros y diseñadores industriales fabrican sus sueños. Lo que empezó como un ejercicio de fuerza física con prensas brutas que repicaban como campanas cuyo eco corría por las avenidas de Vitoria, hoy es un grupo empresarial europeo con factorías inundadas por automatismos y robótica puntera. La fuerza es la misma o más, pero la clave es la precisión repetida, pieza a pieza, verso a verso, como los renglones de Machado. Por eso nuestra historia está también jalonada de golpes, de impactos históricos que, a lo largo de nuestro recorrido, nos han ido conformando durante varias generaciones. Estos son los más importantes: